Diversos sectores de la sociedad civil han estado planteando la necesidad de que los candidatos a la Presidencia de la República, eleven el nivel de los debates, a fin de garantizar una campaña electoral no menos traumáutica posible, lo que debería ser atendido por la tranquilidad a que aspiran continuar viviendo gran parte de la ciudadanía, que ya está saturada de tantas diatribas y dimes y diretes.
En el llamado a la moderación en los que aspiran a gobernarnos, han llevado la voz cantante, dignatarios de la Iglesia Católica y Evangélias, dirigentes empresariales, de entidades profesionales y ciudadanos ordinarios, quienes consideran que el discurso empleado hasta ahora en el inicio de la campaña electoral a destiempo, no aporta nada provechoso para el país.
Entienden,estos sectores, y a lo que también me sumo, es que nuestros candidatos presidenciales, que la campaña con miras a las elecciones del próximo 16 de mayo, debería centrarse en propuestas programáticas sobre posibles soluciones a las dificultades que como nación en vía de desarrollo, estamos atravezando.
Considero que nuestros dignatarios esclesiáticos, deberían propiciar especie de un pacto de no agresió y respeto mutuo, a fin de que se evite confrontaciones innecesarias , principalmente entre parciales fanatizados seguidores de uno y otros candidato.
Los calificativos para denotar a sus oponentes, así como de difamación y lanzamiento de infundios, debe de continuarse.
La Junta Central Electoral, como arbitro del proceso comicial, debería a través de los delegados de los partidos, acordar el establecimiento de lo que podría denominarse pacto de respeto mutuo para que el transcurrir proselitista de aquí a los venideros comicios trancurran lo más pacífico posible, porque de continuar el actual derrotero, podrían ocurrir situaciones que lamentar.
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