En el ejercicio de la abogacía, cuando un abogado se
dedica a defender un cliente diciendo mentiras delante de colegas, jueces y
fiscales, no sabe el daño que se hace como persona y la confianza que pierde
frente a quienes están para impartir una solución judicial a sus casos.
Recientemente un fiscal en la capital, me comentó que
cuando tal abogado va a su despacho, no le cree aun sea verdad lo que dice por
la frialdad con que suele hablar mentiras a tal punto que parece que el propio
abogado ya se las cree lo que es digno de ser estudiado por la psiquiatría.
Un abogado pierde respeto, estima y consideración
cuando hace parte de sus argumentaciones, la mentira, algunas personas
incluidos sus propios clientes no confían en ese abogado sobre todo cuando sus
mentiras se convierten en el pan nuestro de cada día, las cuales las pronuncia
de manera normal como si quienes están a su lado no se percatan de la batería de
embustes que el mismo dice a tal punto que mientras están juntos le suena una
llamada y el abogado contesta “sí, estoy llegando” o dice delante de otro
“estoy en La Vega”, estando en la capital, entre un millar de mentiras que las
dice delante de sus hijos, esposa o empleados y colegas y a veces las celebra.
Si usted es uno de esos, revísese que algo anda muy mal en su personalidad.
Un defecto paralelo y mortal en la profesión jurídica
es la adulación maliciosa contra un colega a sus espaldas, casi siempre
producto de la envidia o del éxito profesional del otro abogado, que va
avanzando por encima del cadáver profesional de otro colega que no lee, que no
se actualiza o que no avanza profesionalmente, porque posee defectos en su
personalidad que no le permiten conseguir buenos clientes y recurren a las
críticas personales con sus colegas, haciéndole loor a la frase “las críticas a
mis espaldas son el honor que me hacen la envidia y la mediocridad al talento”.
La mentira y la mediocridad son peores cuando se deben
soportar en silencio, cuando la cortesía y la solemnidad te piden que calle
ante un abogado emocionado y embriagado de embustes y mentiras, mientras los
demás quieren explotar. Eso es un sufrimiento constante en el ejercicio de la
profesión, por suerte no generalizado.
Me llama la atención como un abogado es capaz de decir
una mentira atroz y luego irse a dormir “tranquilo”. Quisiera que la psicología
pudiera definir estas conductas de como un abogado es tan capaz de tragarse una
pasta de jabón y ni si quiera eructar, por suerte son la excepción porque el
95% de los colegas no lo hacen y sé que la clase jurídica ha tenido la
oportunidad de encontrarse alguna vez con esos seres excepcionales y dignos del
estudio de la psiquiatría.
Cuando un abogado jura ante Dios por la patria y por su
honor, respetar y hacer respetar las leyes, sus principios morales y éticos, es
con el deber de darle honor a la profesión, los jueces y fiscales están en el
deber de amonestar verbalmente al abogado mentiroso porque este con sus
mentiras intenta influir en ellos y llevarlos o inducirlos a error en sus
decisiones, por eso deben ser descubiertos de inmediato y hacérselos saber, con
eso contribuyen a limpiar el entorno de esos fabuladores, mentirosos y sinvergüenzas
en beneficio de dignificar la profesión.
Hay abogados que cuando hablan ya han perdido tanto la
credibilidad moral que de ante mano, nadie les cree aun estén en ese solo
instante diciendo la verdad, eso es fatal para un abogado cuando su
credibilidad se la comieron los cuadrúpedos realengos.
Las excusas banales e injustificables en un abogado les
son perjudiciales frente a sus clientes, jueces y fiscales, un abogado que les
haya prometido una solución mágica o imposible a su cliente solo por cobrarle honorarios
al final quedara muy mal, perderá el caso, el cliente y fácilmente estaría
sometido frente al tribunal disciplinario del colegio de abogados, viendo como
le dan por la cabeza con todos los artículos del Código de Ética.
Los abogados aspiramos a una profesión libre de
abogados mentirosos, fabuladores
mediocres, hipócritas, que por cobrar dinero son capaces de atropellar a
quienes se les cruce en agitada marcha al fracaso, abogados que intentan
defender lo indefendible alegando que poseen licencia para ello, desvirtuando
el derecho, en total impertinencia dilatan los procesos, acuden a recursos que
la ley no permite, recusan jueces que intentan aplicar la ley, idean
descabelladas salidas extrajudiciales, recurren al fraude moral y perverso y
son expertos en la desaparición de expedientes, recurriendo a todo tipo de
falsedades; que no logran comprender que no es sano el que “el fin justifique
los medios” y que tarde o temprano esas acciones se van a revertir en su
contra.
En cada tribunal hay cientos de casos que si los
abogados que los depositan hicieran una reflexión con sus conciencias no los
depositaran, porque ellos mismo saben que solo pretenden burlar al juzgador con
esos adefesios plagados de mentiras.
Invito a mis colegas a buscar y leer diversos artículos
vinculados con este tema y cuyos títulos en google son: ¿Hay que ser mentiroso
para ser abogado?, ¿son corruptos los abogados?, ¿Cómo es el día de un
abogado?, ¿Cuáles son las series o películas que todo abogado debe de ver?,
¿Cómo es trabajar en un bufete de abogados de elite?
Cualquier parecido de este articulo con la realidad, no
lo tome para usted, si no, asúmalo como una pura casualidad.
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