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Los amigos se reencuentran 76 años después del holocausto judío

Simon Gronowski y Alice Gerstel Weit conversan en el Museo del Holocausto de Los Ángeles el 11 de abril del 2018, un día después de reencontrarse tras 76 años sin sabeR el uno del otro. Ambos eran amigos de infancia y se separaron cuando sus familias judías tomaron rumbos distintos durante la ocupación nazi de Bélgica. (AP Photo/Reed Saxon)LOS ÁNGELES— Cuando Alice Gerstel se despidió en Bruselas de los mejores amigos de su familia en octubre de 1941, esperaba que algún día volvería a ver a “Simoncito” Gronowski. Y lo hizo. Setenta y seis años después y del otro lado del mundo.
Gerstel y su familia judía se habían escondido en la casa de los Gronowski durante dos semanas antes de que su padre informase desde Francia que había arreglado para que un contrabandista las sacase a ella, sus hremanas y su madre de Bélgica, que estaba ocupada por los nazis.Los Gronowski, también judíos, decidieron quedarse. 
Se escondieron durante 18 meses hasta que los nazis golpearon su puerta y colocaron o Simón, su hermana y su madre en un tren dirigido a Auschwitz.“Creí que habían matado a toda la familia. No tenía idea” de que habían sobrevivido, declaró Gerstel el miércoles, después de una reunión llena de lágrimas. Ella y su viejo amigo se tomaron de la mano en el Museo del Holocausto de Los Ángeles y revivieron su historia.
“¿No sabías que salté del tren?”, le preguntó Gronowski, quien tiene 86 años.“No, no. No me enteré de nada”, respondió Gerstel, hoy Gerstel-Weit, de 89.Los dos volverán al museo el domingo para contar su historia, cómo el Holocausto separó un par de familias que habían entablado una rápida amistad tras un cruce fortuito en un balneario belga en 1939. 
Cómo fue que un chico de 11 años hizo uno de los escapes más osados de la guerra. Cómo una familia terminó cruzando Francia, escondiéndose de los nazis, en una odisea que parece sacada de la película “Casablanca”.Y, finalmente, cómo tres cuartos de siglo después dos miembros de esas familias se reencontraron en Los Ángeles poco antes del Yom HaShoah, el día en que se conmemora el holocausto.
“No lo reconocí. No se parece al Simoncito que conocí”, dijo Gerstel-Weit el miércoles aludiendo al reencuentro del día previo con un Gronowski hoy calvo y con una barba blanca.
“Pero está aquí. Simoncito está aquí”, añadió con voz entrecortada, mientras apoyaba su mano en el corazón de Gronowski.
Abundaron los abrazos, los besos y las lágrimas el miércoles mientras los dos amigos se tomaban de la mano en el patio del museo y recordaban los viejos tiempos.
Ambos llevaban existencias idílicas hasta que comenzó la pesadilla de la invasión nazi de Bélgica en 1940 y la caza de judíos.

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