Roberto Valenzuela
Cuando era inminente la derrota del EjĂ©rcito Restaurador en Santiago de los Caballeros, desvaneciĂ©ndose asĂ el sueño de independencia de España, el general Gaspar Polanco llamĂł a un soldado de Licey y le dio sus Ăłrdenes secretas. Antes de revelar esas Ăłrdenes que, en la hora crĂtica, cambiaron el curso de la guerra, contarĂ© una anĂ©cdota revolucionaria.
Al alba del 3 de septiembre de 1863 la soldadesca española de Santiago se encontraba en la fortaleza San Luis, recibiendo la furia de los cañones nacionalistas ubicados en el Castillo. En San Luis habĂa una mujer dominicana cocinándoles a los españoles, pero tenĂa un hijo peleando en la revoluciĂłn. Un arrogante soldado español humillaba la cocinera porque le hirviĂł un huevo sin sal. En eso una bala se llevĂł la cocina y el fogĂłn.
La mujer orgullosa de su causa, vengándose del español le dijo: – ¿No querĂa usted sal?, ahĂ le mandan una poquita.
Mientras eso pasa, la temida columna del general Juan Suero y del coronel español Mario Cappa marchaba de Puerto Plata a Santiago. En Hojas Anchas le cerró el paso la guerrilla de Juan Nuezi (Lafit). El ataque fue tan rudo que obligó a Cappa y Suero a devolverse a Puerto Planta a recoger municiones.
De regreso al camino para Santiago volviĂł a ser atacada en Hojas Anchas, en el rĂo Bajabonico, Cuesta el Balazo, por la misma guerrilla. Latif, al verse impotente por no atajar la poderosa tropa española, Ă©l mismo corriĂł a Santiago a avisar del peligro.
Cuenta el profesor Bosch que Latif intuyĂł que la revoluciĂłn estaba en peligro de muerte si la columna de Suero y Cappa llegaba a Santiago donde estaba el principal bastiĂłn revolucionario.
Latif llegĂł a Santiago el 5 de septiembre en la madrugada y la informaciĂłn que suministrĂł causĂł confusiĂłn y desaliento en los nacionalistas. Lo natural, dice el periodista e historiador Pedro MarĂa Archambault, era considerarse perdido ante un formidable ataque por la retaguardia de tropa fresca y la dificultad de tomar el fuerte San Luis por la fĂ©rrea resistencia española.
Chispa por los ojos
Encabritando su caballo, blandiendo su sable, echando chispa por los ojos y candela por la boca, Gaspar Polanco gritĂł: “Le tengo a Suero el as de triunfo”. LlamĂł a Juan Burgos de Licey y dio sus Ăłrdenes secretas: Incendiar la ciudad de Santiago.
CorriĂł Burgos por la calle del Vidrio (la Mella) hasta cerca del fuerte y prendiĂł fuego a una casa bajo las metrallas españolas. La misma orden cumplĂa AgustĂn PepĂn pegando fuego al almacĂ©n de Achille. El 6 de septiembre de 1863 la brisa del este era fuerte, en breve Santiago ardĂa por los cuatro costados.
Santiago fue reducido a cenizas quedando los españoles como pájaro sin nido, ni alimento, sin el control de una zona estratĂ©gica. El incendio de Santiago marcĂł la derrota española obligándolos a huir a Puerto Plata bajo el asedio de las guerrillas nacionalistas en un vĂa crucis de muerte que le costĂł más de mil bajas a los invasores colonialistas.
Al conmemorarse este 16 de agosto 158 años de la Guerra Restauradora, honramos la memoria de los que dieron sus vidas, sacrificaron sus familiares y bienes para que exista un nombre: República Dominicana.
Fuente:
Este relato fue estructurado en base a datos tomados de los libros “Historia de la RestauraciĂłn” de don Pedro MarĂa Archambault y “La Guerra de la RestauraciĂłn”, autorĂa de Juan Bosch. Y de escritos publicados por la Academia Dominicana de la Historia y de los historiadores Euclides GutiĂ©rrez FĂ©lix y el general retirado JosĂ© Miguel Soto JimĂ©nez
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