Mi deseo para el 2026

Por Pablo Vicente

El 2026 se asoma en el horizonte como una página en blanco, llena de posibilidades. Más que un simple cambio de calendario, representa una oportunidad colectiva para corregir rumbos, sanar heridas y construir un futuro más justo y humano. Mi deseo para el 2026 nace del anhelo de millones de personas que sueñan con vivir en sociedades más honestas, solidarias y equitativas.
Uno de los pilares fundamentales de ese deseo es una mayor transparencia y una lucha firme y constante contra la corrupción. La corrupción no solo desvía recursos públicos; también destruye la confianza ciudadana, debilita las instituciones y frena el desarrollo. Aspiro a un 2026 donde la rendición de cuentas sea real, donde la impunidad no tenga espacio y donde el ejercicio del poder esté guiado por la ética y el compromiso con el bien común.
Asimismo, deseo un 2026 con menores desigualdades sociales. Las brechas económicas y sociales no pueden seguir profundizándose. La justicia social debe traducirse en oportunidades reales para todos: acceso a educación de calidad, servicios de salud dignos, empleos bien remunerados y condiciones de vida que respeten la dignidad humana. Reducir las desigualdades es fortalecer la cohesión social y garantizar estabilidad a largo plazo.
Un aspecto esencial de este anhelo es contar con partidos políticos que fortalezcan la democracia interna, que promuevan la participación de sus militantes, el liderazgo transparente y la toma de decisiones colectivas. Los partidos deben ser verdaderas escuelas de democracia y asumir un mayor compromiso social, manteniendo un vínculo constante con la ciudadanía y sus necesidades reales.
También deseo una ciudadanía más consciente, crítica y participativa, capaz de exigir derechos, pero también de asumir responsabilidades. Una democracia sólida se construye con instituciones fuertes y con un pueblo activo que vigila, propone y se involucra.
Finalmente, mi deseo para el 2026 es que recuperemos la esperanza como motor de transformación. Que dejemos atrás el conformismo y apostemos por un futuro donde la honestidad, la justicia y la solidaridad sean valores cotidianos. Si existe voluntad colectiva, el cambio es posible y el 2026 puede marcar el inicio de una etapa más digna y prometedora para todos.

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